Esguince de la rodilla

La lesión de los ligamentos bien por un traumatismo directo o por una distensión o elongación forzada son el origen de los esguinces de rodilla, pudiendo afectarse algún ligamento de forma aislada o varios de ellos, y en ocasiones producirse lesionas más complejas que puedan afectar a meniscos o cartílagos.

Vista de frente la anatomía de la rodilla normal la forman tres huesos que se unen para formar la articulación de su rodilla. Los huesos del muslo (fémur), la pierna (tibia) y la rótula. Estos huesos se conectan entre sí mediante ligamentos.

Esos ligamentos, considerados estabilizadores primarios de la rodilla son cuatro, los dos Ligamentos colaterales que encuentran a los lados de su rodilla, uno medial (el LLI o Ligamento colateral interno.) y otro lateral (el LLE o ligamento colateral externo.), que controlan el movimiento hacia los lados de su rodilla, y los dos Ligamentos cruzados que se encuentra en el interior de la articulación de su rodilla  y existen dos tipos, el ligamento cruzado anterior (LCA), evita que la tibia se desplace hacia delante con respecto al fémur (Su rotura es la más frecuente), y el ligamento cruzado posterior (LCP), su función es impedir que la tibia se desplace hacia atrás.

La rodilla debe mantener un arco de movilidad desde la extensión completa hasta la flexión máxima, manteniendo en todo momento su estabilidad, lo que se consigue gracias a si estructura anatómica, y los estabilizadores primarios que son los ligamentos.

Los esguinces de rodilla son frecuentes en la práctica deportiva, aunque también se puede producir en la vida cotidiana. Se originan cuando uno o varios ligamentos sufre un traumatismo o desgarro parcial o total siendo los ligamentos laterales (LLI y LLE) los más frecuentemente afectados, y a los que nos referiremos en este articulo.

El mecanismo por el que se producen los esguinces de rodilla puede ser por traumatismo directo sobre el lateral de la rodilla, forzando la angulación, por caída con la rodilla flexionada o por un mecanismo de flexión y rotación externa con el pie apoyado, que puede también lesionar los meniscos si la intensidad del giro es lo suficientemente importante.

Los esguinces de rodilla se clasifican según su intensidad en:

Grado1, consistente en una pequeña elongación, a veces con pequeños desgarros de fibras sin que se pierda la continuidad del ligamento. Es el más leve y también el más frecuente y responde bien a tratamientos conservadores.

Grado 2, en el que puede haber una rotura parcial del ligamento, menor del 50% y conservando su función. En los casos del LLE puede precisar tratamiento quirúrgico, aunque al ser una estructura extra articular tiene un buen potencial de cicatrización y curarse sin operar, y en el LLI suelen resolverse con tratamientos conservadores.

Grado 3, en el que se produce la rotura total con pérdida de continuidad del ligamento o el arrancamiento de la inserción con o sin pastilla ósea. Estos casos con frecuencia pueden precisar de tratamiento quirúrgico y sobre todo si se asocian a lesiones de menisco.

La clínica del esguince conlleva habitualmente dolor con inflamación y limitación de la movilidad, según el grado, desde molestias al caminar hasta rigidez de la rodilla o inestabilidad al caminar. A la exploración la presión a lo largo del trayecto del ligamento es dolorosa así con la extensión total de la rodilla o la flexión a partir de 90º y las maniobras de varo-valgo forzadas son positivas y dolorosas. En ocasiones y en los casos más graves, las lesiones asociadas de meniscos o cartílagos pueden confundir el correcto diagnóstico.

Las radiografías no son las pruebas más adecuadas para diagnosticar el esguince de rodilla, pero si pueden ser útiles para detectar arrancamientos óseos. Las ecografías permiten valorar los ligamentos con bastante precisión y las RMN permite además valorar si existen lesiones asociadas en meniscos o cartílagos articulares.

El tratamiento conservador de los esguinces de rodilla precisa de una fase inicial de reposo hasta que pase la fase aguda para controlar el dolor y la inflamación y una segunda fase de rehabilitación para la correcta recuperación funcional de la rodilla.

 

En esta fase inicial se recomienda la aplicación de hielo (no más de 15-20 minutos seguidos y sin contacto directo con la piel) varias veces al día, reposo que será más estricto según la intensidad del esguince, incluso con algún vendaje elástico que permita cierta movilidad en los casos más leves, hasta una inmovilización rígida en los esguinces más graves.

 

Una vez pasada esta fase inicial se puede iniciar la rehabilitación cuya duración e intensidad dependerá de la gravedad de la lesión, edad y estado físico del paciente o de la existencia de otras lesiones asociadas, con el objetivo de recuperar la movilidad y fortalecer la musculatura de la rodilla y así poder volver a las actividades de la vida diaria y deportivas y evitar recaídas.

En los casos de tratamiento quirúrgicos pueden realizar reinserciones, suturas o plastias, dependiendo de las características de la lesión y de la edad y estado físico del paciente, de la musculatura y de las pretensiones deportivas que se traten de recuperar.

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